Época: Hispania Alto Imperio
Inicio: Año 29 A. C.
Fin: Año 268

Antecedente:
Conquista y administración imperial



Comentario

La trascendencia de la organización administrativa de las provincias hispanas creada por Augusto, al igual que la de otros aspectos de su reestructuración del Imperio, se expresan en su perduración en los siglos siguientes con leves modificaciones, que o bien complementan su organigrama o se derivan del papel que Hispania desempeña en las nuevas situaciones históricas a las que hace frente la evolución del mundo romano.
Concretamente, la tripartición provincial hispana con sus divisiones conventuales y las fronteras trazadas por las reformas de Augusto perduran hasta las reformas de Diocleciano; la única modificación que hipotéticamente cabe sostener en este esquema está constituida por la posible creación de una nueva circunscripción provincial durante el reinado de Caracalla, que abarcaría el territorio del noroeste correspondiente a Galaecia y Asturia; el fundamento de tal innovación es bastante frágil y está constituido por la presencia en una inscripción votiva de León (CIL. 112661) de las siglas PR. H. N. C., que, interpretadas como abreviaturas de la nueva circunscripción provincial, se desarrollan como Provincia Hispania Nova Citerior.

En cambio, el organigrama administrativo se complementa mediante la creación de las asambleas provinciales (concilium); el único elemento que poseemos para fijar su aparición viene dado por su vinculación al culto al emperador, que se documenta como existente ya en época de Tiberio en la provincia imperial Tarraconense, mientras que en la senatorial de la Betica tan sólo se desarrolla a partir de los Flavios.

Constituida mediante los representantes enviados por las ciudades y pueblos de cada una de las provincias hispanas, el concilium se reúne en la capital de cada una de las provincias y constituye un instrumento mediante el que las elites provinciales expresan su lealtad al emperador, canalizado a través del culto al mismo; no obstante, la propia asamblea desempeña junto a estas funciones religiosas otras de carácter político en tanto que sirven para canalizar las reivindicaciones de las respectivas provincias, especialmente contra las extorsiones de los gobernadores, como ocurre concretamente con las cometidas en la Betica por los procónsules Bebio Massa y Cecilio Clásico.

También los contingentes militares asentados en Hispania sufren modificaciones con posterioridad a la muerte de Augusto; entre los factores que inciden nos encontramos con la contribución de Hispania a la defensa de las fronteras imperiales que fomentan, de otro lado, el reclutamiento en la Península a partir de época flavia, el desarrollo de guerras civiles vinculadas a las crisis dinásticas, y la nueva situación en la que se encuentra Hispania como consecuencia de la conquista mauritana efectuada por el emperador Claudio.

Las necesidades defensivas del imperio determinan una importante reducción de los contingentes militares asentados en la Provincia Hispania Citerior; de esta forma, durante el reinado de Calígula, en el 39 d.C., abandona Hispania la Legio IV Macedonica, y en el 63 d.C., en época de Nerón, la Legio X Gemina parte desde los campamentos hispanos para potenciar la defensa de la frontera del Danubio.

A su vez, la participación hispana en las guerras civiles que generan los cambios dinásticos se proyectan en modificaciones de las unidades legionarias asentadas en la tarraconense; tal ocurre concretamente durante los conflictos del años 68-69, que ponen fin a la dinastía Julio-Claudia. La aspiración de Galba, gobernador de la Citerior, al trono imperial involucra directamente en el conflicto a la Legio VI Victrix y da lugar a nuevos reclutamientos de hispanos a los que se le concede la ciudadanía y con los que se crea la Legio Galbiana.

El desarrollo posterior de los acontecimiento potencia el papel de Hispania en el desarrollo de las guerras civiles hasta el punto de que se constata la presencia en la Península de tres unidades legionarias, la VI Victrix, la X Gemina y la I Adiutrix, que tras el triunfo de Vespasiano abandonan Hispania para dirigirse al frente danubiano, mientras que regresa la Legío VII Gemina, nueva denominación de la reclutada por Galba, que se asienta definitivamente en el solar de la actual León; esta legión constituye, conjuntamente con determinadas unidades auxiliares, tales como el ala II Flavia Híspanorum Civium Romanorum más cuatro cohortes de infantería (I Gallica, II Gallica, I Celtiberorum, III Lucensium), un contingente militar de unos 7.000 hombres, que permanece estacionado en Hispania hasta la Tardía Antigüedad.

También las provincias hispanas participarán en las guerras civiles que abren la crisis dinástica tras el asesinato de Cómodo en el 192 d.C. y que terminan con el triunfo de Septimio Severo; concretamente, Clodio Albino, gobernador de Britania, intentó ser reconocido como emperador por las provincias occidentales del Imperio, y especialmente por las galas e hispanas, donde le apoyaban las aristocracias provinciales; su derrota implicó la expropiación de los bienes de sus partidarios.

Las modificaciones territoriales que se introducen en el Mediterráneo occidental como consecuencia de la conquista de Mauritania por parte de Claudio arrastran consecuencias para las provincias hispanas, que participan en la conquista y en el control militar de la nueva provincia denominada Mauritania Tingitana mediante el desplazamiento de determinadas alas y cohortes reclutadas en Hispania, tales como el Ala III Asturum, o las cohortes I Bracorum, I Hispanorum y II Hispanorum.

Las tensiones existentes en la frontera mauritana se proyectan en el otro lado del Estrecho y afectan a la provincia pacificada de la Betica; concretamente, durante el reinado de Marco Aurelio determinadas tribus africanas de mauri invaden la Betica y logran sitiar a determinadas ciudades como Italica y Singilia Barba, siendo derrotados en el 172 d.C. por el pretor Aufidio Victorino con contingentes militares pertenecientes a la Legio VII Gemina.